Busco la forma de edificar futuros, de empujar las sombras, de sentir que un abrazo, un beso e incluso esos silencios heladores puedan, quizá, alejar la soledad. No la encuentro.
Lucho por sentir que el Alzheimer nos empuja a compartirnos de otro modo, aliadas en el dolor, pero no solas, aliadas del abrazo, pero no solas, lucho para lograr aquietarme y no dejar que esta enfermedad nos aniquile.
Me siento vencida sí, también viuda, pero a veces me catapulto a otro espacio tiempo maravilloso cuando siento su mano entre la mia y me susurra «te adoro» cierro con fuerza los ojos y deseo volver a ese lugar en donde jamás nos sentimos solas y donde jamás nos dejamos vencer.
Deseo que por una vez, esta enfermedad haga rehenes y evite el completo olvido, la completa pérdida y su inevitable transitar por un espejismo plagado de realidades imposibles de compartir.
La necesito incluso cuando sus ojos me miran sin saber quién soy, me maravilla la alegría en su rostro cuando la abrazo y le susurro mi nombre. Entonces deseo parar el tiempo y con rabia y miedo grito haznos rehenes.