Sonrisa adorable sabia, profunda sin resquicios.
Le gustaba recordar lo maravilloso de su hija, lo mucho que se sacrificó trabajando desde muy joven, el miedo que ella sentía por si le pasaba algo, nunca se sabe me decía, con sus ojos claros. <<Yo no quería pero, Merche siempre se empeñó en trabajar. A mi me daba miedo, repetía. Mírala ahora es maravillosa y hace todo por mí, está siempre tan pendiente y yo no hago más que darle trabajo.>> Eso no era cierto, ella lo sabía y aunque lo sabía yo se lo repetía para poder mirar mi enojo por la frase, al final sonreíamos.
Se llamaba Julia, mujer luchadora, sacrificada, amable, cariñosa, íntimamente respetuosa, cercenadas sus aspiraciones de estudios e independencia, busco resarcimiento a lo largo de toda su existencia, de algún modo lo hizo.
Me ha encantado pasar estos treinta años formando parte de su familia, me quiso como si compartiéramos ancestros, ahora la echaré tanto de menos que se arruga el alma, un poco mas. Otro embate al que hacer frente.
Le gustaba recordar a mi familia como solo ella sabía hacer, recordando lo acogedores, amables, cariñosos y buenos <<buenos de verdad>>, la carta que mi padre les escribió en una ocasión, <<todavía la tengo guardada de un cajón del aparador del comedor>> decía haciendo un tierno gesto con su mano marcada por los surcos del tiempo. Esa mano, que cuando un mal momento embiste, sabía como acariciar tu mejilla, quizá un poco tu alma.
Sentía un amor inmenso por sus nietos y bisnietos, los perennes Iria y Guillermo, y también de Adrián, que vivía a mas distancia por giros de la vida, pero que no por ello más lejos de su orgullo de abuela. El corazón se alegraba al verlos, les gastaba bromas cómplices acompañadas de gestos con la cabeza nevada por el paso del tiempo,
Me miraba, como solo los que te quieren te saben mirar, con amor sin aristas y susurrando que era muy joven, que tenía muchas cosas estupendas por delante, que no podía rendirme. Me pedía, desde un lugar que solo su experiencia de vida consiguió tocarme el corazón con ese <<cuídate mucho, tienes que cuidarte>>. Julia, me pediste que viviera, que era lo único que realmente tenemos, que lo demás ya se vería, pues eso vamos a intentarlo refugiándome en el recuerdo de tu sonrisa, tus gestos risueños, tu mirada preocupada y cómplice.
Vivió noventa y tres años, sobrevivió a la guerra y la terrible postguerra, perdió a sus hermanos, a sus padres, a su marido, a su yerno, vivió dificultades, pero se convirtió en una gran, gran mujer, amada por los que tuvimos la suerte de tenerla en nuestras vidas, se llamaba Julia. Fui afortunada por tenerla tan cerca en los buenos momentos y los no tan buenos. Fui afortunada de poder sostener su mano y sin hablar desearle el mejor de los viajes. Si es que se emprende alguno.
Se llamaba Julia, inició su viaje el cinco de octubre de 2021.
Gracias por tus palabras, por tu mirada, nuestra querida Julia, mi abuela, te adoraba. Me reconforta leerlo. Acudiré siempre a este texto para acordarme de ella tal y como era. Eso es lo que has conseguido.
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Ay Iria, siempre su vida quedará prendida de la mia, he sido tan, tan afortunada por haberla conocido, por sentir su mirada con cobijando la mía…
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