Las llaves en la cerradura suenan como siempre, pero no se sienten igual.
Intento dejar de oír el eco de mi soledad en casa, interrumpido por el ronronear de Frida o Kahla, pero ahí está acechando descaradamente.
Busco llenar de nuevo el vacío que me deja tu ausencia a mi lado. Oigo el eco de algún recuerdo, de nuestras risas, de nuestras caricias. Oigo el eco, cuando camino por la calle Real, cuando entro en nuestro querido Babel con sus mañanas de periódico y teclas, cuando me sorprendo riéndome a carcajadas de alguna tontuna.
Oigo el eco de tu voz en pasado y el monosílabo presente de nuestro paseo intermitente.
Las llaves en la cerradura suenan como siempre, pero no se sienten igual.

Me rindo y deseo que el eco no me empuje a un espacio vacío de tí, quiero envolverme en tu eco y así llamar al sueño para amanecer más amable, menos sola.
Oigo el atronador silencio cuando me descubro murmurando como me ha ido el día, mientras atrapo tu mano en la mía, al pasear por el jardín de tu nueva casa, de seis a siete.
¿Ya no está en casa?
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Ya no lo está. Por eso me eferro a su eco.
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Qué difícil, mi vida. Qué difícil.
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lo es pero a ratitos, la tengo … nos tenemos
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Tu gran corazón y vuestro amor es un privilegio que os ayudará a las dos. Todo mi cariño y un abrazo enorme😘😘😘
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y lo sigues haciendo Charo, abrazote
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