
Me tropecé con el libro de aquel septiembre, de antes, de entonces, me enredé en sus páginas, en sus versos, duros, potentes sin matices ni medias frases. Me miré a los ojos desde el recuerdo.
Y sí, me enredé, prometo que intenté detener el paso de las canicas, pero corretearon como nunca, son otras claro pero imparables, no deseaba recordar aquellas pero…
Quizá tenga que volver a abrir los viejos libros, tropezarme con tu recuerdo. Te gustaba contarme los matices, acariciar cada palabra como con un pincel y me dibujabas un lugar único, especial en cada párrafo.
Ay amor, a veces, a veces, no me atrevo a girar la cabeza y ver el extremo del sofá vacío, no me atrevo porque sueño que estás ahí, mordisqueándote los dedos mientras devoras otro libro.
Otra vez enredada en nuestro recuerdo, apelmazado, viejo y tan nuevo al mismo tiempo. Las canicas hoy, siguen empapándolo todo, pero mañana, quizá solo jueguen.
Ay amor, a veces, a veces, no me atrevo a girar la cabeza y ver el extremo del sofá vacío… (seguramente no se puede decir de otra manera)
Me gustaMe gusta