Amanecí chapoteando en lagos salados. Conduje sorteando charcos salados. Los suspiros intentaban secar la pena, no podían.
El dolor de la pérdida me estrangulaba la garganta y devoraba el estómago.
Subí el sonido de la música, para no recocerme sola, y ahogar los suspiros que con cada exhalacion me hacían sentir, más rota, más triste, más y mas sola.
La rutina de la llegada, cumplimentar el documento, una máquina dice, monótonamente «acceso autorizado» en el display leo 36,2°. Entrego el documento en el que confirmo que sales, nos vamos a dar un paseo.
Avisan a tu planta, mientras espero paso al baño. Cuando salgo, ohh cuando salgo ahí estabas, mientras la tía, intentaba encontrar tu mano en la manga. Me alegra tanto verte.
Tu me miras y al unísono nos decimos ¡hola! me acerco, sospecho que sonríes, te abrazo, me abrazas te susurro te adoro. Me abrazas a medias, la tía ahora se está peleando con la cremallera, sonrió y se que tu también. Salimos pero alguien dice Estrellita, te vas de paseo ehh ?? Adiós, adiós.
Alegría y sonrisas.
Siento un pellizco de celos, habitan tus días, yo solo tus salidas. Me consuela tu mirada, y sí tu sonrisa, ya sin mascarillas ahí estaba. Te beso. Me besas. Sonries. Vuelvo a la conversación, mas animada, tu nos das la mano.
Consigo alejarme del dolor, que sigue devorando la pequeña alegría que siento.
Hablamos animosamente la tía y yo, mientras acaricio tu rostro o tomo tu mano para secuestrar tu sonrisa. Nos interrumpes y dices «se está bien, y esto y lo otro». Sigues sonriendo.
Te amo, te añoro y sí ahora chapoteo en lagos salados. Dormiré deseando compartir mañana alegría y sonrisas.
